domingo, 29 de marzo de 2009

En la mañana

Abro los ojos y por un momento no sé que sucede... ah... son las 7:00 y tengo que levantarme, sin embargo me rehuso a mover las frazadas. Obedientemente el programado despertador del celular comienza a lanzar aullidos tras aullidos. Lo dejo que cumpla su función hasta que se agota y nuevamente el silencio me cierra compasivamente los párpados pero, haciendo un esfuerzo los vuelvo a abrir. La niebla matinal comienza a ceder paso a unos tímidos rayos de sol y mi ventana comienza a encenderse... de pronto todo se inunda de luz y sin darme cuenta estoy de pie y entrando a la ducha... nada... no pienso en nada... o sí ... quizás sí... pero sé que no sucederá y al darme cuenta de esa verdad una extraña mezcla de emociones altera el monótono batir de algo que tengo en el pecho... pero ya me estoy secando y he olvidado donde dejé mis anteojos... y los busco pensando en otra cosa... otra cosa que no me deja pensar claramente y que me produce un lejano y confuso malestar... pero no importa pues mi perro ya me ha visto coger las llaves y el celu y ha comenzado a ladrar para recordarme una vez más, como todas las mañanas, todo lo que me necesita. Comienzo a irritarme con los ladridos que me dejan medio sordo y los lentes que no los encuentro y ya son cerca de las ocho... en fin... Comienzo a focalizarme... tomo los libros y el cuaderno de clases y bajo al primer piso... hay una poza de orín donde no debía... vuelvo a mirar a mi yorki que me sigue ladrando imperturbable... cansado antes de empezar el día abro la puerta y salgo a la calle. Al llegar al estacionamiento aún lo sigo escuchando.

Carlos Alberto

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