lunes, 30 de marzo de 2009

Nada es para siempre

Hoy es domingo y a diferencia de otros domingos me tengo que levantar pues me han invitado a un paseo dominical. Para ser más específicos, y en palabras de mí amiga Cindy, a una playa de brillantes arenas de donde ella extrae sus preciadas ágatas. No conozco su playa, pero me vendrá bien salir a respirar un poco aire marino y ella podrá lucirse mostrándome su playa de la que se siente tan orgullosa. Bueno, me acicalo como siempre y a la hora convenida nos encontramos para ir a su paraíso personal. El día luce un sol radiante y yo me entusiasmo un poco con la idea de pescar... llevo mi caña, mi traje y mis anzuelos. El viaje es algo monótono, pero la verdad es que valió la pena hacerlo pues el lugar, la playa, la arena y el mar lucen maravillosos... es un verdadero paraíso tropical... una arena iridiscente, aguas transparentes como el cristal y un aire tibio que nos invita a reposar arrullados por dulces brisas marinas... Después de merendar yo trato de pescar y Cindy se afana buscando casi con desesperación esa maravillosa ágata que tanto desea, pero de la misma manera que yo sólo logro pescar un pequeño y lánguido lenguado, ella sólo descubre un par de pequeñas ágatas casi opacas. Al fin, un poco desanimados nos acostamos en esa suave arena, uno al lado del otro, entonces mi piel roza su piel y el calor de la tarde se concentra en mi cuerpo que se aprieta contra el suyo... El tiempo transcurre sin darme cuenta... Abro los ojos y ella me está mirando. Sus ojos son como dos esmeraldas, fijas y brillantes y en su rostro hay un dejo de tristeza... la miro y no puedo dejar de pensar que nada es para siempre. No se si ella adivina mi pensamiento, Cindy es como una bruja, casi siempre sabe lo que estoy sintiendo. Es bello sin embargo sentirla tan dentro de mi, en mis sentimientos, como bello es sentirme dentro de ella... pero no puedo dejar de pensar que todo esto, todo esto que es tan hermoso, al mismo tiempo... es tan efímero. Quizás hoy ella encuentre esa ágata que tanto desea para mi, esa ágata maravillosa que ella quiere que ilumine mi memoria para estar en la suya para siempre, pero ambos tácitamente ya sabemos que el siempre es sólo el amor que nos dimos hoy.

Carlos Alberto

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