domingo, 29 de marzo de 2009

Fantasmas de la mente

Corro tras un pequeño cacharro en forma de camión hecho de alambres y de latas de sardinas, anchoas, jurel tipo atún o lo que haya sido... no tiene importancia... sigo a otros peques de mi edad, tengo siete años y sólo sé jugar... Pareciera que no hay adultos en este pueblo del desierto, podemos ir a cualquier lugar, a los vertederos de ripio, a las bateas de decantación, a las canchas de salitre donde cuidadosamente se lo almacena en sacos, a las chancadoras e incluso a lugares como el sombrío cementerio, la misteriosa casa de fuerza o la prohibida fábrica de pólvora. Escucho historias de fantasmas y ahora me están contado la historia del pampino que murió al salir volando por sentarse sobre una roca que tapaba un tiro de dinamita. Ahora se lo ve por las noches oscuras y silenciosas, noches como la de ahora, noches sin luz de luna, iluminadas sólo por las eternas estrellas, deambulando cansado y triste y preguntando con voz cavernosa si podrá algún día descansar. El chico me mira con ojos encandilados y sus pequeñas manos tiemblan al sostener su pobre autito de juguete, entonces ya cansado de contar historias me levanto y me retiro a mi tumba a descansar.

Carlos Alberto

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