domingo, 29 de marzo de 2009

La llamada

"La mamá quiere hablarte" dijo Alicia mirándo a su padre con expresión divertida. Cuando Oscar recibió el teléfono de manos de su hija tuvo una fugaz visión de peces muertos flotando en una laguna. "Feliz año nuevo"—dijo la voz junto a su oído—y Oscar se preguntó si se referiría a este escandaloso primer momento de este 1o. de enero o realmente le estaba deseando tener un feliz año, hummm, con toda seguridad ni lo uno ni lo otro... probablemente una frase retórica, sin un real significado ¿porqué lo habría llamado? Contestó de modo maquinal y se preparó para terminar la llamada y volver a la fiesta que se estaba iniciando... pero no recibió respuesta inmediata a su--“Gracias... y tu también, felices fiestas”-- Con una sensación de un ligero vacío en la boca del estómago volvió a pegar el auricular a su oreja, pero sólo escuchó la estática de la llamada internacional... “Aló” dijo y lo repitió un par de veces con una voz que repentinamente encontró difícil de articular... el silencio se prolongó un par de segundos más y enseguida ella dijo—te echo de menos, y pienso en ti—y luego Oscar escuchó un ahogado quejido. Levantó la mirada y miró a Betty que a su vez lo miraba desde el otro lado de la habitación ofreciéndole como siempre una cariñosa sonrisa. “Si, ya sé que estás con ella” dijo la voz al otro extremo de auricular, Oscar continuó callado, no sabía que decir... ¿cuánto tiempo hacía que se había ido de su vida? ¿cuántas botellas de vodka y wisky había despachado desde entonces? ¿cuántas cajas de sertralina? ¿cuántas noches sin dormir? y ahora... ¿se habría marchado realmente de su vida? Volvió a sentirla como esa tibia noche de septiembre, justamente esa noche que se negó a comprar la famosa inyección y ambos estaban eufóricos. La imagina como entonces con su pelo negro azabache, largo hasta la cintura esparcido y arremolinado alrededor de sus dulces pechos y aún siente el abrigo de sus blancas y generosas piernas, sudorosas y resbaladizas enroscadas en las suyas e iluminadas sólo por la luna... y siente sus labios pletóricos, rojísimos y henchidos de deseo ... un mareo lo hizo cerrar los ojos y logró humedecer lo suficientemente su boca para decir muy bajito “¿cómo estás?” Creyó sentir como se elevaba su pecho al escucharla aspirar con dificultad y se la imaginó toda... como siempre que pensaba en ella. La respuesta llegó perturbada por crepitaciones y distorsionada por la estática de la línea telefónica: “... hoy.. dejado... llorar... tu... navidad... quisiera... odio... recuerdo... quiero... nunca... solo... ahora?” y luego un silencio como si la línea hubiese muerto o Mariel se hubiese quedado dormida. Pero Oscar sabe que ella está esperando una respuesta a esa pregunta que él no entendió, pero cuyo significada, más allá de las palabras, él oscuramente intuye, pero ahora ya recuerda los brillantes ojos del doctor López dándole las buenas noticias y terminando con esas palabras que nunca olvidará: “aja... y ya debe tener tres meses... hummm esperemos que sea mujercita...” y Oscar recuerda que su primer impulso fue decir...”perdone doctor... pero no pueden ser tres meses” ... pero guardó silencio y cuando la habitación comenzó lentamente a girar tuvo que inclinarse y apoyar las manos en el escritorio del doctor y al girar la cabeza ve a Mariel que lo mira de soslayo y cuando el doctor le pregunta si le pasa algo no sabe si decirle que es un inepto o ponerse a llorar. Cuando va a contestar siente la presencia de Betty a su espalda y se deja abrazar por ella. Las manos de Betty acarician suavemente su estómago y su pecho. Entonces Oscar, con un brusco movimiento cuelga de golpe el teléfono en la horquilla, enseguida se da media vuelta y aturdido por el estrépito de los fuegos artificiales que iluminan toda la bahía abraza a Betty y se deja embriagar con el licor rojísimo de sus labios.

Carlos Alberto

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